En la última década, la distribución interior de la casa ha sufrido una notable transformación hacia la comodidad, la intimidad, la privacidad… pero también hacia el fomento de las relaciones sociales, las reuniones familiares y la vida en común.
Por esa razón proliferan los espacios diáfanos, abiertos, las estancias comunicadas y dinámicas.
Todo esto ha traído consigo muchas cosas. Lo primero que ha conseguido es evitar la pérdida de metros que se destinaban a los pasillos, recibidores y halls en los espacios pequeños. Hoy en día es habitual encontrarnos en mitad del salón al cruzar el umbral de la puerta, un salón que además es comedor y en cuyo centro se sitúa la cocina. Las habitaciones están separadas de esta amplia estancia conformando la zona privada o nocturna.
Es una distribución que está a caballo entre la tradicional y el loft, a quien todavía le queda mucho camino por recorrer. Pero he aquí el problema, y es que a mayor número de opciones, mayor número de discusiones.
A la hora de decidir el tipo de distribución que tendrá nuestra casa, es fundamental pensar en el modelo de vida que nos ha tocado vivir, para buscar el equilibrio entre la distribución que mejor se adapta a nosotros y a la forma geométrica de la vivienda.
Debemos pensar si tenemos o tendremos familia, si nuestros horarios de trabajo nos permitirán mayor o menor número de horas de ocio, si nuestras horas de ocio coincidirán con las de nuestra pareja… pero también en que seguramente a nuestra casa no le sobrarán los metros, y debemos tener en cuenta si es de planta cuadrada, rectangular, desigual…
La vida que nos ha tocado vivir a los treinta añeros nos facilita muchísimo las discusiones, las broncas infundadas y el mosqueo al por mayor. Y por qué? Pues porque vivimos al segundo y no nos queda mucho tiempo libre para ocuparnos de nosotros mismos.
Esto hace que al llegar a casa cada uno se adentre en su espacio para ocuparse de sus cosas, olvidándose en ocasiones de quien repasa facturas en la habitación de al lado. Durante el día no nos hemos visto… y ahora tampoco. La comunicación se reduce al hola inicial y al beso de buenas noches.
Los espacios abiertos, nos permiten desarrollar en ellos muchas actividades de distinta envergadura, al mismo tiempo. De manera que cada uno podamos estar con un ojo en nuestro trabajo, y el otro en la otra parte contratante. La comunicación será más fluida y más dinámica. En resumidas cuentas, existirá.
Esta fusión de estancias hace que nuestra casa crezca, y que este espacio de día sea más cómo y versátil. Tendremos mucho más espacio cuando nuestros amigos vengan a nuestra casa a jugar al trivial, o cuando tenga lugar en ella una comida de celebración. Una vez acabada, la tertulia se trasladará al salón, pero quien se responsabilice de recoger la mesa, también participará en la conversación, en lugar de quedarse “aislado en el fregado”.
Por esa razón proliferan los espacios diáfanos, abiertos, las estancias comunicadas y dinámicas.
Todo esto ha traído consigo muchas cosas. Lo primero que ha conseguido es evitar la pérdida de metros que se destinaban a los pasillos, recibidores y halls en los espacios pequeños. Hoy en día es habitual encontrarnos en mitad del salón al cruzar el umbral de la puerta, un salón que además es comedor y en cuyo centro se sitúa la cocina. Las habitaciones están separadas de esta amplia estancia conformando la zona privada o nocturna.
Es una distribución que está a caballo entre la tradicional y el loft, a quien todavía le queda mucho camino por recorrer. Pero he aquí el problema, y es que a mayor número de opciones, mayor número de discusiones.
A la hora de decidir el tipo de distribución que tendrá nuestra casa, es fundamental pensar en el modelo de vida que nos ha tocado vivir, para buscar el equilibrio entre la distribución que mejor se adapta a nosotros y a la forma geométrica de la vivienda.
Debemos pensar si tenemos o tendremos familia, si nuestros horarios de trabajo nos permitirán mayor o menor número de horas de ocio, si nuestras horas de ocio coincidirán con las de nuestra pareja… pero también en que seguramente a nuestra casa no le sobrarán los metros, y debemos tener en cuenta si es de planta cuadrada, rectangular, desigual…
La vida que nos ha tocado vivir a los treinta añeros nos facilita muchísimo las discusiones, las broncas infundadas y el mosqueo al por mayor. Y por qué? Pues porque vivimos al segundo y no nos queda mucho tiempo libre para ocuparnos de nosotros mismos.
Esto hace que al llegar a casa cada uno se adentre en su espacio para ocuparse de sus cosas, olvidándose en ocasiones de quien repasa facturas en la habitación de al lado. Durante el día no nos hemos visto… y ahora tampoco. La comunicación se reduce al hola inicial y al beso de buenas noches.
Los espacios abiertos, nos permiten desarrollar en ellos muchas actividades de distinta envergadura, al mismo tiempo. De manera que cada uno podamos estar con un ojo en nuestro trabajo, y el otro en la otra parte contratante. La comunicación será más fluida y más dinámica. En resumidas cuentas, existirá.
Esta fusión de estancias hace que nuestra casa crezca, y que este espacio de día sea más cómo y versátil. Tendremos mucho más espacio cuando nuestros amigos vengan a nuestra casa a jugar al trivial, o cuando tenga lugar en ella una comida de celebración. Una vez acabada, la tertulia se trasladará al salón, pero quien se responsabilice de recoger la mesa, también participará en la conversación, en lugar de quedarse “aislado en el fregado”.
Fuente: DecoEstilo
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→Como mejorar las relaciones de pareja con la distribución interior de la casa
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